viernes, 28 de octubre de 2011

Contracumbre Microcréditos, 12 de Noviembre No Piques!

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12 de NOVIEMBRE C.C. CAMPILLO, VALLADOLID

Programación

11:00 a 12:30
"La Crisis económica actual. Contexto internacional"

A cargo de Tom Kucharz de Ecologistas en Acción

12:30 a 14:00

"De la Crisis a la deuda: EL engaño de los Mìcrocréditos"

A cargo de Endika Alabort
de ICEA 
(Instituto de Ciencias Económicas y de la Autogestión)

 Comida compartida ---

17:15 a18:3O
"Los Microcréditos: Experiencias en el Sur"
A cargo de Alfonso Cotera de GRESP (Perú)

18230 a 20:00
"Algunas Alternativas"  a cargo de Manolo Saez de Baladre

20:00 en la Plaza España

Concentración de Tambores y Cazuelas contra la Usura

http://mìcrocreditosnopiques.blogspot.com/





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Viñetas y cartel

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miércoles, 26 de octubre de 2011

Los microcréditos "también" pueden ser grandes trampas

BHUBANESWAR, India, 10 oct (IPS) - Un proyecto de ley en India busca rescatar y regular a las instituciones microfinancieras (IMF), cuya credibilidad ha quedado arruinada por reiterados engaños y presiones a los clientes, muchos de los cuales han terminado suicidándose.
Lejos de poder cancelar sus compromisos, un gran número de prestatarios exigen ahora a las IMF que se les devuelvan los intereses que pagaron, en algunos casos hasta tres veces más alto de lo que se les prometió.
“Las instituciones tienen que reintegrarnos la mitad de los préstamos que solicitamos siete o 10 años atrás, porque han recibido el doble por los intereses”, dijo Vijaya Kasipati, una mujer de 32 de la aldea de Lachapet, en el sureño estado de Andhra Pradesh.
“Cuando ofrecen un préstamo, las IMF por lo general hablan de una tasa de interés ‘plana’ de entre 10 y 12 por ciento, lo que parece un buen acuerdo. Pero esta tasa no es calculada sobre el saldo”, explicó Jamuna Paruchuri, de la Sociedad para la Eliminación de la Pobreza Rural (SERP, por sus siglas en inglés), del gobierno de Andhra Pradesh.
“Lo que dice la letra chica es que, incluso después de que el cliente haya pagado algunas cuotas, el interés continuará siendo calculado sobre la suma inicial prestada, y no sobre el saldo del monto del crédito. El resultado es una tasa de interés final oculta de alrededor de 36 por ciento”, indicó a IPS.
SERP trabaja con más de 11 millones de mujeres en grupos de ayuda mutua en 22 distritos de Andhra Pradesh.
“Las mujeres de los grupos no están pagando los préstamos. Dicen que las instituciones ya han cobrado varias veces al haberlas engañado”, señaló Paruchuri quien, después de que se produjera una ola de suicidios en el sector rural el año pasado, recibió la misión de seguir de cerca la situación de los deudores.
Tras analizar el modus operandi de las IMF, Paruchuri informó que los préstamos eran pagados a un ritmo de una cuota semanal y seguían esquemas de pago de hasta 52 semanas.
“Para la semana número 25, cuando los deudores han ya pagado la mitad del crédito con intereses, las instituciones los convencen de tomar un segundo préstamo, por lo general por el mismo monto”, que el primero, añadió.
“Como consecuencia, siguen pagando intereses sobre la suma inicial total, más un segundo préstamo, y al final terminan pagando intereses de 72 por ciento”, dijo.
“En efecto, los deudores quedan atrapados”, dijo Sudhirendar Sharma, ex asesor del Banco Mundial.
“Aunque la idea original de los microcréditos era salvar a los pobres del ámbito rural de las garras de los prestamistas locales, muchos terminaron insolventes y sin salida ante una nueva clase de prestamistas”, agregó.
Frente a la ola de suicidios de agricultores endeudados, el gobierno de Andhra Pradesh promovió en octubre del año pasado una ley en el parlamento estadual prohibiendo el cobro semanal de cuotas por parte de agentes –con actitud amenazante– contratados por las IMF.
La Ordenanza para las Instituciones de Microfinanzas de Andhra Pradesh subraya en su preámbulo la necesidad de proteger a los grupos de ayuda mutua que, reconoce, “están siendo explotados por instituciones privadas”.
Tras la aprobación de la ley, los pagos de cuotas cayeron en picada y los bancos comerciales, que prestaban dinero a las IMF, suspendieron los desembolsos. Cuando las instituciones dejaron de ofrecer crédito, también redujeron personal y el sector entero entró en crisis.
Para empeorar las cosas, muchos agricultores han regresado a los prestamistas tradicionales para obtener créditos.
“Como proveedores de urgencia en ámbitos rurales donde los bancos no quieren operar, somos irremplazables”, dijo Mohammed Nooruddin Amin, jefe de Adhikar, organización no gubernamental con sede en Orissa que lanzó una oficina de microfinanzas en 2004.
“Los engorrosos procedimientos que siguen los bancos para aprobar préstamos disuaden a los pobres y a los que no tienen educación”, añadió, subrayando la tarea indispensable que realizan las IMF honestas.
Amin culpó de la crisis a algunas instituciones que solo están interesadas en hacer ganancias.
Pero la irresponsabilidad de algunos ha afectado a todos por igual. Adhikar ha sufrido masivos ceses de pagos desde la intervención del gobierno en octubre de 2010. “Los clientes dejaron de pagar las cuotas ante los rumores de que el Banco de Reserva de India (central) exoneraría todos los créditos de las IMF”, dijo Amin.
No obstante, Amin y activistas por el desarrollo tienen la esperanza de que una severa ley resuelva la situación.
Paul Thomas, fundador y director gerente del Foro de Acción Social Evangélica sobre Microfinanzas (ESAF, por sus siglas en inglés), con sede en la sudoccidental ciudad de Thrissur pero que opera en seis estados de India, destacó que los bancos del sector público ya comenzaban a ceder, tras su negativa a procesar créditos luego de la intervención de octubre de 2010.
“Nosotros también hemos aprendido lecciones de esta conmoción en el sector”, admitió.
El gobierno federal presentó meses atrás el borrador del Proyecto de Ley para el Desarrollo y la Regulación del Sector Microfinanciero, obligando a todas las IMF a registrarse ante el Banco de Reserva, que supervisaría el sector.
Activistas también sugieren otras medidas, como prohibir préstamos múltiples, procurar mayor transparencia, reducir las tasas de interés y hacer un seguimiento al uso final de los créditos.
Pero también, “el nuevo proyecto de ley tendría que reconocer el increíblemente alto costo de hacer microfinanzas con el modelo de cobro semanal puerta a puerta. Si el margen es muy pequeño, las IMF no pueden atender los diversos requerimientos de los sectores más pobres de los pobres”, opinó Amin.
Enlace

lunes, 24 de octubre de 2011

"Ciclo de Teatro, pobreza y microcréditos" (24 de octubre - 9 de noviembre)


Con la colaboración de la AECID/SECI


El próximo mes de noviembre Valladolid acogerá la Cumbre Mundial del Microcrédito, en la que expertos de prestigio mundial, así como Jefes de Estado y de Gobierno analizarán la situación de los microcréditos en el mundo.


La Universidad de Valladolid ha organizado una serie de actividades paralelas, con el objetivo de profundizar en el análisis y el debate crítico sobre la cuestión de las microfinanzas, la pobreza y el desarrollo.
Este Ciclo de Teatro tiene como objetivo principal sensibilizar a través de una puesta en escena que representa las desigualdades existentes a nivel mundial y los microcréditos como una posible solución para combatir la pobreza. continuación de la puesta en escena se llevará a cabo una breve conferencia en el marco de los contenidos mostrados en la representación teatral que incluye un espacio de reflexión y debate.


Las compañías que participan en este Ciclo de teatro son Mercucho Producciones SL, Popopopo Producciones Creativas y Asamblea de Cooperación por la Paz.



Fechas: 24 de octubre al 9 de noviembre.
Horario: de 17:30 a 19:30 horas.
Lugares: Facultad de Filosofía y Letras, Escuela Universitaria de Estudios Empresariales, Escuela de Ingenierías Industriales y Facultad de Educación y Trabajo Social.

Entrada libre hasta completar aforo.

Programa:

Semana del 24 al 27 de octubre: Facultad de Filosofía y Letras y Escuela de Empresariales.

Lunes 24 octubre a las 12h y 17h. Teatro de calle por la compañía Telón de Azúcar (zona exterior de Filosofía y Empresariales).

Martes 25 octubre a las 17:30h. Representación teatral por la compañía Telón de Azúcar. Lugar: Facultad de Filosofía y Letras (Aula Magna "Lope de Rueda").

Miércoles 26 octubre a las 12h y 14h .Teatro de calle por la compañía Telón de Azúcar (zona exterior de Filosofía y Empresariales).
A las 17:30h Teatro Fórum por Asamblea de Cooperación por la Paz. Lugar: Facultad de Filosofía y Letras (Aula Magna "Lope de Rueda").

Jueves 27 octubre a las 12h y 14h Teatro de calle por la compañía Popopopo (zona exterior de Filosofía y Empresariales)
A las 17:30h actuación teatral por la compañía Popopopo. Lugar: Escuela de Empresariales (Aula 02).


Semana del 2 al 4 de noviembre: Escuela Ingenierías Industriales.

Miércoles 2 noviembre a las 12:30h y 17:30h. Teatro de calle por la compañía Popopopo (zona exterior de Ingenierías Industriales)
A las 18h Teatro Fórum por Asamblea de Cooperación por la Paz. Lugar: Escuela Ingenierías Industriales (Salón de actos).

Jueves 3 noviembre a las 12:30h y 17:30h. Teatro de calle por la compañía Telón de Azúcar (zona exterior de Ingenierías Industriales)
A las 18h representación teatral por la compañía Popopopo. Lugar:Escuela Ingenierías Industriales (Salón de actos).

Viernes 4 noviembre a las 18h representación teatral por la compañía Telón de Azúcar. Lugar: Escuela Ingenierías Industriales (Salón de actos).


Semana del 7 al 9 de noviembre: Facultad de Educación y Trabajo Social.

Lunes 7 noviembre a las 12h y 17h Teatro de calle por la compañía Popopopo (zona exterior de la facultad de Educación y Trabajo Social)
A las 17:30h actuación teatral de la compañía Telón de Azúcar. Lugar: Facultad de Educación y Trabajo Social (Salón de actos)

Martes 8 noviembre a las 17:30h actuación teatral de la compañía Popopopo. Lugar: Facultad de Educación y Trabajo Social (Salón de actos)

Miércoles 9 noviembre a las 17:30h Teatro Forum por Asamblea de Cooperación por la Paz. Lugar: Facultad de Educación y Trabajo Social (Salón de actos)

jueves, 20 de octubre de 2011

Diez tesis cuestionables sobre los microcréditos

Los microcréditos están de moda y su utilización indiscriminada en los discursos y en los mismos proyectos de solidaridad internacional parece un signo de modernidad incuestionable, que está siendo ampliamente respaldado por instituciones financieras, bancarias y multinacionales extraordinariamente poderosas. Los defensores de estos microcréditos alegan que son un instrumento ideal para los pobres, ya que al solicitarlos, tienen en su mano la posibilidad de salir de la situación de pobreza extrema en que se encuentran. Al mismo tiempo, avalan la bondad de su uso con argumentos de que en su mayor parte son solicitados por mujeres y que sus solicitantes son puntuales pagadores, registrándose unos índices de morosidad prácticamente nulos, lo que demostraría, a su juicio, la capacidad de los mismos pobres por salir de su situación de miseria. Incluso se llega a decir que en tanto que no son limosnas ni subsidios, aquellos que los han solicitado ven elevada su dignidad de forma automática al tiempo que los préstamos no se dirigen hacia sectores estratégicos de la economía, sino que sirven para financiar actividades en sectores prioritarios para la población más desasistida.
En fin, lo que no se comprende bien es que tal cúmulo de bondades como parecen reunir los microcréditos no hayan sido descubiertas antes, porque a juzgar por los defensores de semejantes panegíricos, son tantos los millones de personas que han salido de forma fulminante de la pobreza que prácticamente ya no quedarían en el mundo pobres, sino ignorantes desconocedores de estos milagrosos créditos o gente abandonada y abúlica, incapaz de endeudarse para cambiar así su destino.
El objetivo del presente artículo es someter a un análisis pormenorizado algunos de los principios conceptuales que se han construido en torno a los microcréditos por parte de sus máximos defensores, bien sean algunas de las grandes Instituciones de Microfinanzas (IMF), dirigentes y gobernantes mundiales, responsables económicos, bancarios y financieros, o ONG.
En modo alguno se pretende negar validez a las posibilidades que pueda tener un instrumento de este tipo, sino cuestionar la utilización ideológica indiscriminada que se viene haciendo en torno a los microcréditos para desvirtuar algunos de los grandes dilemas que mantienen abiertas las políticas de cooperación internacional, para avalar la expansión de un proceso de globalización sin normas, así como para facilitar la extensión de algunos de los pilares básicos del neoliberalismo.
El endeudamiento masivo de la población más pobre no puede presentarse como la solución a los problemas de la pobreza y el subdesarrollo en el mundo, y mucho menos como una muestra extrema de libertad y progreso. Más bien, parece que asistimos a un proceso de extensión de la economía bancaria y financiera entre los sectores más pobres, curiosamente los que han estado excluidos de la misma hasta la fecha. Difundir la idea de que los pobres pueden gastar indefinidamente más de lo que realmente tienen genera una falsa comprensión de las verdaderas causas de los desequilibrios sociales y económicos en el mundo y la manera de abordarlos, pero también de la arquitectura global por la que se avanza.
Precisamente, el discurso emergente de los microcréditos se cimenta en la idea de que es el mercado, en este caso el mercado bancario, el que se tiene que encargar de la pobreza, siendo el mejor instrumento para reasignar óptimas condiciones de vida para los pobres del planeta, transformando así las políticas mundiales de cooperación en una simple inserción de los países en desarrollo en un liberalismo económico asimétrico que ha generado tan colosales desigualdades en el reparto de los ingresos y en el acceso a los bienes públicos esenciales. Bueno será que revisemos los fundamentos teóricos sobre los que se extienden los microcréditos. Para ello, hemos tratado de resumir en diez las afirmaciones y tesis más extendidas que se vienen utilizando habitualmente sobre los microcréditos, y que se pueden leer con profusión en las memorias, artículos, informes y discursos que habitualmente se difunden, e incluso en los propios proyectos y evaluaciones utilizados por las entidades no gubernamentales que vienen utilizando ampliamente este instrumento financiero.

Diez tesis cuestionables sobre los microcréditos

1. Los microcréditos son uno de los mejores instrumentos para combatir la pobreza
El avance de la pobreza en el mundo está directamente relacionado con causas múltiples entre las que destacan los procesos de acumulación de riqueza tan formidables que vienen consolidándose en los últimos tiempos, amparados por el avance de un proceso de globalización tremendamente injusto en términos de oportunidades, expectativas y posibilidades. De esta forma, la pobreza tiene unas causas políticas muy directas, tanto en el entramado institucional y financiero que han construido los países occidentales para mantener e incrementar su posición privilegiada, como en los propios países en desarrollo, sometidos a gobernantes tan corruptos como ineficaces, alejados de las necesidades de sus pueblos y sometidos a las exigencias de instituciones multinacionales y de las grandes potencias.
Desde esta perspectiva, la pobreza tiene que abordarse desde una solidaridad activa con los que menos tienen, una solidaridad que impida los procesos de acumulación de riqueza tan salvajes que se están produciendo y que al mismo tiempo entienda la necesidad de que los que más tienen se comprometan activamente con los más desposeídos del planeta. Es por tanto un deber moral y político, un imperativo ético que a través de la tan corrompida ayuda al desarrollo y ese referente simbólico del 0,7% ha tratado de tomar cuerpo, al menos en el papel, sin olvidar un cambio en las estructuras y reglas sobre las que se ha establecido el comercio mundial, las finanzas y los intercambios económicos.
El argumento de que contra la pobreza no hay nada mejor que créditos trata de romper este compromiso político y moral, pretendiendo encubrir las verdaderas causas que están en la base de la pobreza y el subdesarrollo en el mundo y convirtiendo a los pobres en responsables últimos de su situación. Es un arma eficaz para desmantelar el compromiso político y ético que tenemos los que vivimos acomodadamente hacia aquellas otras personas que carecen de lo más esencial y que han convertido su vida en una lucha diaria por sobrevivir. Al mismo tiempo, sirve para anular las políticas de cooperación internacional, transformándolas en políticas de bancarización, convirtiendo la pobreza inmensa en deuda eterna, ya que a mayor número de pobres, mayor número de créditos concedidos, con lo que aseguramos una clientela prácticamente ilimitada que permita engrasar un sistema capitalista que habrá entrado así hasta en los países pobres.
2. Los microcréditos son capaces de garantizar a las capas más desfavorecidas invertir en su propio desarrollo
La transformación de pobreza en deuda, como pretenden los defensores de los microcréditos, se apoya en un darwinismo social bajo el cual aquellos que estén en situación más precaria y vulnerable lo están porque no han querido o podido endeudarse. Es el avance de una cultura basada en el dinero donde todo tiene un precio, pudiéndose comprar y vender, generando una “monetarización de la pobreza” que rompe las redes de solidaridad tradicionales. Es la esencia del neoliberalismo, que sostiene una situación imaginaria bajo la cual, toda aquella persona que quiera, puede salir adelante y prosperar en una economía de mercado hecha para emprendedores y valientes. Claro que esta máxima no sirve en una sociedad profundamente desigual como la nuestra, porque las condiciones de partida no son las mismas para todos, ni tampoco lo son los medios que tenemos a nuestro alcance; y en mucha menor medida para dos terceras partes de la población que viven en una situación de pobreza extrema, sin tener cubiertas las necesidades básicas más elementales.
Precisamente, uno de los mayores problemas en los países pobres es la carencia absoluta de las condiciones básicas de vida, en la medida que los Estados se han desentendido de sus ciudadanos o no tienen las condiciones para garantizarles siquiera su subsistencia. Frente a ello, la sociedad mundial tiene que avanzar sobre la base de que los Estados asuman y garanticen unos mínimos vitales para todos sus habitantes por el solo hecho de serlo, en atención social básica, sanidad, nutrición, educación y vivienda.
Los microcréditos tratan de desviar la responsabilidad sobre el desarrollo social básico de los habitantes por sus países y por la comunidad internacional, transfiriendo esta responsabilidad a cada ciudadano. Todo ello resulta mucho más llamativo cuando la “moda” de los microcréditos se está fomentando desde los países occidentales, allí donde las condiciones de vida y los mínimos vitales suelen estar asegurados, tratando de convencer a los destinatarios, los habitantes de los países pobres, de que su supervivencia es su mejor inversión. Curiosamente, si toda inversión se hace en base a unos excedentes económicos encaminados a obtener una cierta rentabilidad, en el caso de los microcréditos se llamaría inversión a tratar de asegurar la supervivencia y el autodesarrollo de sus endeudados clientes, que por toda rentabilidad obtendrían la posibilidad de poder subsistir, en el mejor de los casos, de forma más digna. Así las cosas, nosotros (los que vivimos en los países ricos) podremos seguir invirtiendo en instituciones financieras, multinacionales, empresas y fondos de inversión, mientras el resto de la humanidad (los que han tenido la mala fortuna de nacer en un país pobre) se mantendrán entretenidos pidiendo créditos para poder sobrevivir.
3. Los microcréditos sacan de la extrema pobreza a sus solicitantes
El endeudamiento hace mucho más vulnerables a quienes menos tienen, acentuando su precaria situación y su necesidad acuciante de comida, educación, salud básica o atención social, ya que al asumir un crédito se encuentran ante una mayor inestabilidad vital. Sin tener satisfechas unas necesidades elementales, un crédito significa exponerse aún más a las inclemencias sociales y dedicar su vida a satisfacer las deudas asumidas para tener al menos una rendija abierta de cara a un futuro incierto, por si necesitan pedir más dinero.
No parece que los microcréditos se estén orientando precisamente a los más pobres, o a quienes tienen más dificultades de acceso al crédito, y los escasos estudios existentes ponen de manifiesto que apenas consiguen mantener las mismas condiciones de vida de sus solicitantes, en la medida en que se destinan a mantener unos mínimos vitales, es decir, a satisfacer las necesidades básicas de los endeudados y sus familias. Parece por tanto más acertado decir que los microcréditos sirven para responsabilizar a sus solicitantes de su propia supervivencia y la de sus familias.
Ningún país, ninguna agencia de cooperación y ninguna IMF ha podido demostrar hasta la fecha de forma empírica el impacto positivo de los microcréditos en la reducción de la pobreza sobre amplias capas de su población más pobre. Hasta el punto de que los datos y las cifras que manejan parten de la apreciación, sumamente estrambótica, de que todo aquel que solicite un microcrédito abandona automáticamente su situación de pobreza por el solo hecho de pasar a ser deudor. Una tesis que se puede encontrar en informes y discursos oficiales que manejan con profusión este principio, similar a sostener que todo aquel que entra en un hospital deja de estar enfermo por el solo hecho de acceder al mismo. Siguiendo con la metáfora, se necesitaría saber la morbilidad y la situación de cada paciente: el esfuerzo que las personas y sus familias asumen al devolver los créditos, los costes sociales y familiares, la carga económica que contraen en relación con sus ingresos, su capacidad real de ascenso social, su movilidad en términos de expectativas vitales, y también las tasas de fracaso. Todo ello está por hacer y a estas alturas, son muchos los autores que sostienen que no hay interés en llevar a cabo un análisis riguroso sobre estos y otros extremos porque todo ello permitiría demostrar la mentira sobre la que se han edificado muchos de estos microcréditos.
4. Los microcréditos son muy positivos porque sus solicitantes son fundamentalmente mujeres
Esta es otra de las grandes falacias que se vienen difundiendo sobre los mismos, siendo sostenido por grandes dirigentes mundiales y por potentes IMF, como Promujer, donde defienden estos argumentos afirmando que “ellas son mejores pagadoras, se preocupan más por el futuro de sus familia y por la educación de sus hijos, son clave en el desarrollo de sus países1”.
Efectivamente, de sobra es conocido que la mujer es responsable de sacar adelante a familias, hijos, parientes y maridos, en mayor medida en países y sociedades donde se mantienen situaciones de explotación patriarcal tan arcaicas como dañinas para la mujer. Convertirlas en “clientes” privilegiadas de los microcréditos es aumentar la responsabilidad que ya tienen sobre sus espaldas e intensificar las situaciones de abuso que se mantienen en muchas sociedades sobre todas ellas, en tanto que son las que con su esfuerzo, trabajo y preocupación vienen luchando por mantener a sus familiares. Para muchas mujeres, asumir microcréditos supone por tanto una sobrecarga en sus ocupaciones domésticas, ya de por sí enormes, elevando las tensiones en el cuidado y la educación de sus hijos, algo que siempre recae únicamente sobre sus espaldas, y convirtiéndolas en endeudadas simplemente para alimentar, cuidar, alojar, educar y vestirse a ellas mismas, a su descendencia, a sus parejas, maridos, esposos, e incluso a su familia o a la de su compañero. En los escasos estudios existentes sobre los microcréditos, dos elementos se ponen de manifiesto con rotundidad al analizar su impacto sobre las mujeres. El primero desmantela el mito de que sean efectivamente gestionados por las propias mujeres, ya que en una proporción muy alta de casos, son las mujeres las solicitantes (porque tienen mayor facilidad para acceder a microcréditos, al ser ellas las que van a trabajar para su devolución y porque son mucho más responsables que los hombres para afrontar las deudas asumidas), mientras que en realidad son los hombres quienes deciden directamente sobre su empleo y gestión. (ver los datos procedentes del Grammeen Bank). El segundo, señala que estos créditos aumentan la situación de angustia, de sumisión, el esfuerzo y las jornadas de trabajo ya de por sí extremas que tienen las mujeres para salir adelante ellas mismas y sus familias.
Buena parte de los microcréditos otorgados a las mujeres de escasos recursos suponen una extensión más de sus actividades domésticas y familiares, lo que se refleja en la naturaleza de los proyectos puestos en marcha por ellas, esencialmente vinculados a la cocina, la costura y las labores del hogar. Así, los informes de Pronafim, una conocida IMF mexicana, señalan que el 85% de las personas beneficiarias de sus programas responden a este perfil, obteniendo cantidades que oscilan entre los 500 a los 20.000 pesos. Las autoridades mexicanas han repetido una y otra vez que sus microcréditos han sacado de la pobreza a todas las mujeres que los solicitaron. Así, el Presidente mexicano, Vicente Fox, ante la Cumbre Mundial de Microcréditos, celebrada en Nueva York en el mes de noviembre de 2002, afirmó con rotundidad que los microcréditos habían reducido en un 3% la pobreza en México, gracias a los microchangarros financiados por su Pronafim. Sin embargo, economistas prestigiosos como Julio Boltvinik, investigador del Colegio de México, aseguró justo lo contrario. Analizando datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), la pobreza y la indigencia en México aumentó de forma considerable en esos años.
5. Los microcréditos son tan buenos que su morosidad es bajísima, demostrando con ello que los pobres siempre pagan
El argumento tiene una importante carga de desfachatez. Por un lado, trata de atribuir valores positivos en los pobres, no como personas, no por sus potencialidades, sino por su condición de clientes de las entidades financieras con las que asumen responsablemente sus deudas. Si tan buenos son estos pobres pobres, no se entiende por tanto la razón de que las instituciones financieras y bancarias tradicionales hayan dejado siempre fuera a estos sectores del acceso al crédito y a la financiación. Al mismo tiempo, parece defenderse que los pobres tienen que pagar siempre, porque además de pobres se les exigen unos valores morales muy superiores a los del resto de la población, mientras que a los no pobres (se supone por tanto que a los ricos) se les permite no ser tan buenos pagadores ya que sus muchas ocupaciones y sus abundantes bienes patrimoniales les eximen de estas exigencias. Este principio enlaza con algunos de los argumentos más escandalosos defendidos por los ideólogos del neoliberalismo como el que las pérdidas tienen siempre que socializarse y ser asumidas por el Estado, mientras que los beneficios son siempre privados y propiedad de empresarios e inversores.
Por otra parte, la eficacia de un programa basado en microcréditos no debería sustentarse esencialmente en el índice de devolución, sino en su capacidad para mejorar la vida de sus destinatarios. Cuando se antepone la rentabilidad a la capacidad de transformación social, se deja bien claro cual es el principio que orienta el uso de los microcréditos por sus defensores. Sin embargo, en algunos de los escasos informes existentes se ponen de manifiesto datos que contradirían este manido argumento. De hecho, el propio Grameen Bank, en cuyos informes y discursos oficiales declara una tasa de devolución del 98%, algunos de sus informes evidencian que un 25% de los clientes de este Banco no logra nunca devolver sus créditos.
6. Los microcréditos convierten a los pobres en responsables de su propio desarrollo
El desarrollo básico de las personas, estén donde estén, vivan donde vivan, debe estar asegurado por los Estados y en caso de no ser posible, por la comunidad internacional. Este es un principio que orientó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y que parte de la consideración de unos derechos básicos y una dignidad inherente a toda persona por el solo hecho de serlo. El argumento de que los pobres deben de ser responsables de su desarrollo traslada esta responsabilidad a cada sujeto, haciéndole culpable de su supervivencia y de salir adelante, anulando de esta forma el papel que Estados, gobiernos y la comunidad internacional tienen en el desarrollo de los más pobres. La solidaridad y responsabilidad internacional se transforma así en individualismo y privatismo, en definitiva, se asciende un peldaño más hacia la construcción de sociedades abandonadas a un liberalismo salvaje y depredador.
7. Los microcréditos elevan automáticamente la dignidad de quienes los solicitan
Esta afirmación es tan inconsistente como absurda. La dignidad humana no puede medirse en función de los créditos que se tienen contraídos, sino desde la capacidad que las personas tienen en vivir de forma autosuficiente, teniendo garantizadas sus necesidades básicas y pudiendo ejercer sus derechos más elementales. Con mayor motivo si hablamos de personas que viven de forma paupérrima, sin tener cubiertas las necesidades básicas y viendo día a día como la familia y los hijos carecen de cuestiones básicas para su supervivencia. Así las cosas, la dignidad de los pobres se elevará automáticamente cuando dejen de serlo y puedan a partir de entonces elegir libremente su destino. Es como decir que los pobres dejan de serlo en tanto que son “clientes bancarios” y que la dignidad de las personas se restringe a simples intercambios económicos y monetarios impuestos por el mercado.
8. Los microcréditos y el acceso a los mismos deben ser un derecho humano básico
Son otros muchos los derechos humanos básicos que la comunidad internacional ha ido proclamando en las últimas décadas, y algunos de ellos tienen que ver precisamente con la cobertura de las necesidades básicas y el ejercicio de sus libertades. Anteponer todos ellos a la capacidad de endeudarse es frivolizar sobre los derechos humanos elementales, ignorar la importancia de acceso a todos ellos y que puedan ser garantizados por la comunidad internacional, al tiempo que se desvía la atención sobre sus incumplimientos, así como por las violaciones y vulneraciones que se vienen cometiendo. Bajo ningún concepto el derecho al crédito puede considerarse a la misma altura de otras cuestiones esenciales para la simple supervivencia de las personas o incluso por delante de su propia libertad, y quienes así lo hacen tratan de trasladar una idea esencialmente capitalista de la humanidad por la cual la única libertad está en el dinero.
9. Los microcréditos constituyen el mejor instrumento de la cooperación internacional y son una herramienta que ha revolucionado la ayuda al desarrollo
Esta afirmación es tan inconsistente como poco fundamentada, ya que hasta la fecha no existe un solo estudio, análisis o investigación empírica que demuestre en un solo país una mejora sustancial en el desarrollo de amplios grupos de la población. Todo ello ha sido sustituido por discursos, soflamas y declaraciones rimbombantes que tratan de situar como verdad de fe algo que no supera esta simple consideración.
Por otra parte, los defensores de este argumento tratan de minusvalorar y descalificar las políticas de solidaridad mundiales y con ello, las responsabilidades de los países ricos en esta materia. El dato más elocuente que demuestra la inexactitud de esta afirmación es que a pesar de las tres décadas de existencia de los microcréditos, los niveles de pobreza y subdesarrollo en el mundo no han disminuido, ni a nivel mundial ni en los países donde han tenido su máximo apogeo.
No debemos olvidar que las políticas de cooperación son también políticas de compensación que tratan de transferir una pequeñísima parte de los gigantescos recursos de los países ricos hacia los países pobres, en la medida que un mundo globalizado como el nuestro consolida espacios de riqueza y acumulación en los países occidentales, cimentados desde una posición de preeminencia basada en una estrategia histórica de expansión hacia los países del Sur como nuevos espacios para la producción, la inversión y el consumo. Sin embargo, estos mismos países subdesarrollados, con excedentes de mano de obra, no han visto normas similares para favorecer la movilidad de sus ciudadanos hacia los países occidentales o mejorar su desarrollo, o diversificar su producción basada habitualmente en la exportación de materias primas. El proceso de globalización aumenta aún más esta situación tan desigual, impidiendo con ello que los países en desarrollo puedan captar recursos para impulsar inversiones y generar así nuevas capacidades productivas. En lugar de ello, son cada vez más dependientes de capital, de inversiones, de tecnología y de conocimiento de los países industrializados. La cooperación para el desarrollo debe entenderse así desde esta compensación necesaria, y todo aquello que incida en deslegitimar, erosionar y cuestionar estas políticas debilita también las políticas de solidaridad y nuestro compromiso con los más pobres.
10. El acceso al microcrédito debe ser una de las prioridades para alcanzar el logro de los Objetivos del Desarrollo del Milenio
En el año 2000, los líderes de los países occidentales acordaron solemnemente fijarse una serie de objetivos en materia de desarrollo humano esencial que permitiera reducir a la mitad en el año 2015 la pobreza en el mundo, actuando especialmente sobre la educación básica, las enfermedades endémicas y la malnutrición, con una intervención muy contundente sobre todo el continente africano. Todo ello se recogió de forma pomposa en los llamados Objetivos del Milenio, que no eran sino una nueva reducción en el avance hacia los objetivos mundiales de desarrollo que en cumbres y conferencias mundiales se han venido acordando en décadas anteriores y que han sido sistemáticamente incumplidos. A cinco años del acuerdo, y cuando los países occidentales deben evaluar el avance conseguido en este lustro, los datos recogidos en un informe recientemente elaborado por la ONU no pueden ser más desalentadores, constatando la ausencia de voluntad política y la carencia deliberada de medios económicos para abordar una vez más los compromisos anunciados a los cuatro vientos por los países ricos, mientras los volúmenes de ayuda siguen descendiendo a nivel mundial y las nuevas prioridades en torno a la lucha contra el terrorismo y la seguridad están desviando grandes cantidades de recursos hacia estos fines. Al mismo tiempo, las prioridades económicas y comerciales están cobrando un nuevo vigor en las políticas de cooperación y ayuda, como lo demuestra la actuación de la comunidad internacional (basta con observar el papel de España) ante el desastre del sudeste asiático con motivo del tsunami que asoló la región y la primacía de créditos comerciales en las ayudas ofrecidas.
No puede negarse que el desarrollo no depende tan solo de lo que aporten los países donantes, sino muy especialmente de la disposición y el esfuerzo de los países pobres para mejorar las condiciones de vida en sus países, emprender amplias reformas que profundicen en la democracia, reduzcan las enormes diferencias de acceso a la riqueza y permitan el acceso a bienes básicos como salud, educación básica, la propiedad y explotación de la tierra así como la construcción de infraestructuras básicas, la mejora en el funcionamiento de los mercados, y el fortalecimiento de unos menguados Estados con frecuencia ineficientes y corruptos. Sin embargo, la globalización avanza sobre unas reglas tan injustas en la economía, el comercio, las finanzas, las tecnologías y el conocimiento que día a día se agranda aún más la gigantesca brecha que ya existe entre unos países y otros.
Ante este escenario, los microcréditos tienen un papel absolutamente residual de cara a dar respuesta a los compromisos asumidos por los gobernantes mundiales y conseguir que éstos sean llevados a cabo. Estamos ante acuerdos mundiales de naturaleza política, que tienen que tener respuestas de carácter político en cada uno de los Estados firmantes y por parte de cada uno de sus dirigentes políticos. Sostener que los microcréditos van a ser la panacea para la consecución de los Objetivos del Milenio significa desconocer el significado de este acuerdo y ofrecer excusas para su incumplimiento, en mayor medida cuando los microcréditos poco pueden hacer para incidir en el avance de la educación básica entre los niños, la erradicación de enfermedades parasitarias como la malaria o epidemias como el SIDA, proporcionar agua potable o atención sanitaria elemental a aquellas poblaciones que carecen de ello. Basta con contemplar los llamados Objetivos del Milenio asumidos por la comunidad internacional para comprender la inadecuación de un instrumento crediticio como el que analizamos.
Algunas reflexiones finales
Sin duda, el movimiento que se está desplegando alrededor de los microcréditos supone un paso más en la expansión del capitalismo global. En este caso, el proceso tiene la virtualidad de dirigirse hacia los sectores más pobres y vulnerables, habitualmente alejados de la globalización neoliberal al no ser potencialmente atractivos para las corporaciones empresariales y financieras, introduciéndoles en la bancarización a través de un producto diseñado específicamente para ellos.
Los microcréditos se nos presentan como instrumentos repletos de virtudes y de éxitos a pesar de que todo ello está aún por demostrar. Su pretendida capacidad instrumental para eliminar la pobreza parece más encaminada a vaciar las responsabilidades políticas e institucionales que existen en su mantenimiento que en ofrecer transformaciones sustanciales que mejoren el acceso a bienes públicos globales por parte de los más desfavorecidos y aumenten el compromiso activo de los gobiernos y países más ricos con su eliminación. Al mismo tiempo, la simple referencia a este instrumento parece avalar cualquier política, actuación o programa, por contrapuesto que pueda ser, llegándose incluso a ofrecer como políticas de codesarrollo programas de microcréditos de difícil acceso para sus destinatarios y a los que se quiere endeudar por años para obligarles a retornar a sus países, algo está siendo ofrecido como tal por algunas ONG y siendo financiado por determinadas instituciones públicas.
Cierto es que el mayor éxito de los microcréditos se ha situado, hasta la fecha, en la articulación de propuestas alternativas que permitan proporcionar mecanismos financieros nuevos a disposición de los sectores más desfavorecidos y en los países del Sur. Sin embargo, es necesario todavía un trabajo mucho mayor en la puesta en marcha de fórmulas solidarias, avanzadas y capaces realmente de apoyar a sectores alejados del acceso a la financiación, sin la gravosa carga de la deuda que estos grupos sociales no pueden asumir como una nueva y pesada losa en su ya esforzada vida.
Por el contrario, buena parte de los microcréditos se han diseñado como instrumentos de un mercado neoliberal y global, avanzado hacia instrumentos pensados por y para los ricos, capaces de generar espacios clientelares, de dependencia y control sobre grupos vulnerables; como fórmulas nuevas de financiación para ONG y grupos de poder que vacían toda la carga de injusticia e iniquidad que rodea la existencia de la gigantesca pobreza que se mantiene en buena parte de la humanidad hoy día; convirtiendo a estos sectores marginales en culpables de su situación por no haberse entregado en manos de un capitalismo global que sustituye a las personas por endeudados, generando una espiral de darwinismo social que lleva a suponer que todo aquel que mantiene su situación de pobreza es porque quiere al no haber solicitado un crédito. Tampoco pueden dejarse de lado las tramas de dependencia y control que se tejen sobre la población solicitante de estos “nanocréditos”, especialmente por las IMF y las ONG, para asegurarse el pago de las deudas, llegando desarrollar pautas de control y seguimiento de las familias absolutamente intolerables.
Posiblemente tengan que explorarse nuevas fórmulas de economía social, formas comunales de producción, sistemas avanzados de cooperativas y sociedades productivas, medidas para fomentar empleo público desde las administraciones descentralizadas y desde aldeas y núcleos rurales. En definitiva, fórmulas nuevas para generar riqueza y desarrollo que no pasen necesariamente por el endeudamiento y el empobrecimiento generalizado como único designio hacia el que todos avanzamos irremediablemente.
 
*Carlos Gómez Gil es Doctor en Sociología, profesor en el Departamento de Análisis Económico Aplicado de la Universidad de Alicante, Director de Seminario Permanente de Inmigración de la Sede Universitaria “Ciudad de Alicante” de esta Universidad y coordinador del área de cooperación internacional de BAKEAZ. Este artículo forma parte de un trabajo más amplio publicado por el Ayuntamiento de Córdoba, con el título “Los microcréditos en la cooperación para el desarrollo”. Una versión más reducida del mismo ha sido publicada en el nº 19 de la edición impresa de Pueblos, diciembre de 2005, pp. 56-58.

La verdad de los microcréditos

A pesar de los éxitos del sistema de microcréditos, se han realizado algunas críticas al mismo, que se resumen en las siguientes:
  • Sus principales beneficiarios no son los más pobres, vulnerables y excluidos en los países en desarrollo.
  • La idea matriz sobre la que se cimentan los microcréditos –los pobres pueden gastar indefinidamente más de lo que tienen- genera una falsa comprensión de las verdaderas causas de los desequilibrios sociales y económicos en el mundo y la manera de abordarlos, pero también de la arquitectura institucional global instaurada para entender y afrontar estos problemas humanos.
  • El discurso emergente de los microcréditos se basa en la idea de que es el mercado bancario el que se tiene que encargar de la pobreza.
  • Sería una manera de privatizar la pobreza.
  • Encubren las verdaderas causas de la pobreza y el subdesarrollo y convierten a los pobres en responsables últimos y directos de sus situación.
  • Son un arma eficaz para desmantelar el compromiso político y ético que tenemos.
  • Sirven para desactivar las políticas de cooperación internacional transformándolas en políticas de bancarización y convirtiendo la pobreza en deuda eterna.
  • La transformación de pobreza en deuda, defendida por los partidarios de los microcréditos, se apoya en un darwinismo social según el cual aquellos que estén en situación más precaria y vulnerable lo están porque no han querido o podido endeudarse.
  • El endeudamiento hace mucho más vulnerables a quienes menos tienen.
  • Dicen que los microcréditos son tan buenos que su morosidad es bajísima, lo que demuestra que los pobres siempre pagan. Con esta tesis se les exigen unos valores morales muy superiores a los del resto de la población mientras que a los no pobres se les permite no ser tan buenos pagadores.
  • Además, el propio Grameen Bank, que declara una tasa de devolución del 98% en sus informes, cuenta con otros informes que la morosidad es del 25%… hasta el punto de imponer seguros sobre los familiares de los endeudados para que, en caso de fallecimiento, sean los dolientes quienes asuman el pago de los créditos contraídos.
  • El argumento de que los microcréditos convierten a los pobres en responsables de su propio desarrollos los convierte a su vez en culpables de su supervivencia, anulando el papel de los Estados, gobiernos y comunidad internacional.
America del Sur es un referente mundial de las microfinanzas, en especial los países de Bolivia y Perú, quienes son los destacados en este sector, presentando niveles de rentabilidad, eficiencia, solvencia, etc. Las principales instituciones de promoción del microcrédito esta a cargo ONG como Acción Internacional, Fundación Magdala y Planet Finance, las cuales se caracterizan por la acumulación de experiencias de expertos de todo el mundo.

Microcréditos




La reciente concesión del Premio Nobel de la Paz a Muhammad Yunus por su trabajo de extensión de los microcréditos en el mundo ha generado una auténtica avalancha de elogios desmedidos hacia este polémico instrumento financiero. Esta reacción demuestra hasta qué punto se instala entre nosotros un 'pensamiento débil' sobre cuestiones de una enorme trascendencia mundial y complejidad técnica, especialmente en materia de lucha contra la pobreza y políticas globales de desarrollo, precisamente cuando la comunidad internacional ha reconocido el fracaso de las políticas de cooperación que ha venido realizando desde hace décadas y la necesidad de someterlas a una profunda reorientación (Acuerdos de Marrakech de 2004, Declaración de París de 2005 y los propios Objetivos del Milenio de 2000). El endeudamiento masivo de la población más pobre por el que apuestan los microcréditos no puede presentarse como la solución a los problemas de la pobreza y el subdesarrollo en el mundo, y mucho menos como una muestra extrema de libertad
y progreso. Más bien parece que asistimos a un proceso de extensión de la economía bancaria y financiera entre los sectores más pobres, curiosamente los que han estado excluidos de ella hasta la fecha.

Difundir la idea de que los pobres pueden gastar indefinidamente más de lo que realmente tienen genera una falsa comprensión de las verdaderas causas de los desequilibrios sociales y económicos en el mundo y la manera de abordarlos, pero también de la arquitectura global por la que se avanza. El discurso emergente sobre los microcréditos se cimienta en la idea de que es el mercado, en este caso el mercado bancario, el que se tiene que encargar de la pobreza, siendo el mejor instrumento para reasignar óptimas condiciones de vida para los pobres del planeta.

De esta manera las políticas mundiales de cooperación y ayuda se transforman en una simple inserción de los países en desarrollo en un liberalismo económico asimétrico que ha generado colosales desigualdades en el reparto de los ingresos y en el acceso a los bienes públicos esenciales.


El argumento de que contra la pobreza no hay nada mejor que créditos pretende encubrir las verdaderas causas de la pobreza y el subdesarrollo en el mundo, haciendo que los pobres sean responsables últimos de su situación. Al mismo tiempo, sirve para anular las políticas de cooperación internacional, transformándolas en políticas de bancarización: la pobreza inmensa se convierte en deuda eterna, ya que a mayor número de pobres, mayor número de créditos concedidos. De esta forma se garantiza una clientela prácticamente ilimitada que permite engrasar un sistema capitalista que habrá entrado así incluso en los sectores más pobres del planeta. La transformación de pobreza en deuda, defendida por los partidarios de los microcréditos, se apoya en un darwinismo social según el cual aquéllos que estén en situación más precaria y vulnerable lo están porque no han querido o podido endeudarse. Es el avance de una cultura basada en el dinero, donde todo tiene un precio, que genera una 'monetarización de la pobreza' que rompe las redes de solidaridad tradicionales, y que trata de convencer a los destinatarios, los habitantes de los países pobres, de que su supervivencia es su mejor inversión. Los microcréditos tratan con ello de desviar la responsabilidad que los Estados y la comunidad internacional tienen en el desarrollo social básico de los habitantes, y de transferirla a los ciudadanos, haciéndolos culpables de su supervivencia. De esta forma se anula el papel que los Estados, los gobiernos y la comunidad internacional desempeñan en el desarrollo de los más pobres. La solidaridad y responsabilidad internacional se transforma así en individualismo y privatismo; en definitiva, se asciende un peldaño más hacia la construcción de sociedades abandonadas a un liberalismo extremo, en oposición al reconocimiento de que la sociedad mundial tiene que avanzar sobre la base de que los Estados asuman y garanticen unos mínimos vitales para todos sus habitantes por el mero hecho de serlo.

Hasta la fecha, ningún país, agencia de cooperación ni institución de microfinanzas ha podido demostrar de forma empírica el impacto positivo de los microcréditos en la reducción de la pobreza en amplias capas de la población más pobre, hasta el punto de que los datos y las cifras que manejan parten de la apreciación -sumamente estrambótica- de que todo aquel que solicite un microcrédito abandona automáticamente su situación de pobreza por el solo hecho de pasar a ser deudor. En el caso concreto de las mujeres, hay que desmantelar el mito de que sean ellas las que gestionan los microcréditos. En una proporción muy alta de casos, las mujeres solicitan los microcréditos porque tienen mayor facilidad para acceder a ellos, teniendo en cuenta que son ellas las que van a trabajar para su devolución y que son mucho más responsables que los hombres para afrontar las deudas asumidas. Pero, en realidad, son los hombres quienes deciden directamente sobre su empleo y gestión, como evidencian los datos procedentes del Grameen Bank. Por otro lado, estos créditos aumentan la situación de angustia y de sumisión, pues las mujeres deben hacer un mayor esfuerzo y trabajar aún más de lo habitual para sacar adelante a sus familias. Así, buena parte de los icrocréditos otorgados a las mujeres de escasos recursos suponen una extensión de sus actividades domésticas y familiares, lo que se refleja en la naturaleza de los proyectos que ponen en marcha, esencialmente vinculados a la cocina, la costura y las labores del hogar, como demuestran los informes de Pronafim, una institución de microfinanzas mexicana. Justo lo contrario de lo que ampliamente se ha difundido sobre las supuestas bondades que las microfinanzas tienen para las mujeres.

En este contexto, los microcréditos tienen un papel residual de cara a dar respuesta a los compromisos asumidos por los gobernantes mundiales en materia de lucha contra la pobreza y conseguir que éstos se lleven a cabo. Éstos son acuerdos mundiales de naturaleza política, que deben tener respuestas de carácter político en cada uno de los Estados firmantes y por parte de cada uno de sus dirigentes. Sostener en cambio que los microcréditos van a ser la panacea para la consecución de los Objetivos del Milenio significa desconocer el significado de este acuerdo y ofrecer excusas para su incumplimiento, en mayor medida cuando estos objetivos no consideran el
endeudamiento de las personas destinatarias en sus 8 objetivos, 18 metas y 48 indicadores para llevarlos a cabo, como bien señala el informe Sachs.

Los microcréditos se nos presentan como instrumentos repletos de virtudes y de éxitos, aunque esto aún esté por demostrar, tal y como evidencian los informes del Consultative Group to Assist the Poor (CGAP), entidad internacional especializada en microfinanzas. Su pretendida capacidad instrumental para eliminar la pobreza parece más encaminada a vaciar las responsabilidades políticas e institucionales que existen en su mantenimiento que a ofrecer transformaciones sustanciales que mejoren el acceso a bienes públicos globales por parte de los más desfavorecidos y aumenten el compromiso activo de los gobiernos y países más ricos con su eliminación.

Cierto es que el mayor éxito de los microcréditos se ha situado, hasta la fecha, en la articulación de propuestas alternativas que permitan proporcionar mecanismos financieros nuevos a disposición de los sectores más desfavorecidos y los países del Sur. Sin embargo, es necesario todavía un trabajo mucho mayor en la puesta en marcha de fórmulas solidarias, avanzadas y capaces realmente de apoyar a sectores alejados del acceso a la financiación, sin la gravosa carga de la deuda que estos grupos sociales no pueden asumir como una nueva y pesada losa en su ya esforzada vida. Sin duda, deberían explorarse nuevas fórmulas de economía social, formas comunales de producción, sistemas avanzados de cooperativas y sociedades productivas, medidas para fomentar el empleo público desde las administraciones descentralizadas, las aldeas y los núcleos rurales. En definitiva, hacen falta fórmulas nuevas para generar riqueza y desarrollo que no pasen necesariamente por el endeudamiento y el empobrecimiento generalizado como único designio hacia el que todos avanzamos irremediablemente.



Carlos Gómez Gil

Profesor de la Universidad de Alicante

Investigador de BAKEAZ

Publicado en El Correo Digital (31/10/2006)
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Crítica desde los medios de comunicación


La periodista María Rubio, en su artículo El dogma de los microcréditos , se atreve a lanzar un ataque directo contra la opinión pública, con párrafos como éste, en un artículo que, aunque breve, se antoja muy útil como contrapunto al ciego alago al microcrédito: “El microcrédito es hoy día un dogma de fe para la opinión pública y, por tanto, incuestionable, más aún contando con el fervoroso apoyo de las instituciones financieras internacionales, de las ONG y de la bienintencionada sociedad civil (…) Sin embargo, la realidad y los análisis más serios desmienten la panacea”. Rubio asegura que la sociedad ha cedido la responsabilidad de erradicar la pobreza a un sistema financiero que parece imponer el endeudamiento y la mentalidad empresarial al pobre como única salida; pero, como bien asegura la autora, “la justicia social siempre estuvo lejos de los bancos”.
Para continuar descubriendo la cara b del microcrédito, el diario Público publica un extenso trabajo de Ana Requena bajo el título "Los microcréditos, un instrumento en entredicho" que cuestiona la eficacia de esta herramienta tan celebrada. Su autora expone las dudas actuales sobre este método, no sólo por la polémica que rodea en los últimos meses al Banco Grameen y a su fundador, sino por las críticas de expertos que cuestionan su utilidad y que han sacado a la luz algunos efectos perversos de su utilización masiva. Por ejemplo, el profesor universitario Carlos Gil acusa a los microcréditos de "bancarizar la pobreza" y "extender el capitalismo" al sector de los pobres, así como denuncia que la satisfacción de unos mínimos vitales no debe estar sometida al acceso al crédito; añade, además, que el microcrédito es una estrategia para desviar la atención de la opinión pública de los verdaderos responsables de la consagración de la pobreza y de las políticas económicas, sociales y legislativas requeridas por un problema terrible de escala mundial.
Carlos Gil es autor del estudio "Diez tesis cuestionables sobre los microcréditos", que se opone tangencialmente a alabar las supuestas bondades del microcrédito como adalid de la lucha contra la pobreza, y donde expone una serie de argumentos muy significativos para el debate sobre las microfinanzas. Estas son las diez tesis aceptadas por la opinión pública sobre los microcréditos y que Gil cuestiona en su trabajo:
  1. Los microcréditos son uno de los mejores instrumentos para combatir la pobreza.
  2. Los microcréditos son capaces de garantizar a las capas más desfavorecidas invertir en su propio desarrollo.
  3. Los microcréditos sacan de la extrema pobreza a sus solicitantes.
  4. Los microcréditos son muy positivos porque sus solicitantes son fundamentalmente mujeres.
  5. Los microcréditos son tan buenos que su morosidad es bajísima, demostrando con ello que los pobres siempre pagan.
  6. Los microcréditos convierten a los pobres en responsables de su propio desarrollo.
  7. Los microcréditos elevan automáticamente la dignidad de quienes los solicitan.
  8. Los microcréditos y el acceso a los mismos deben ser un derecho humano básico.
  9. Los microcréditos constituyen el mejor instrumento de la cooperación internacional y son una herramienta que ha revolucionado la ayuda al desarrollo.
  10. El acceso al microcrédito debe ser una de las prioridades para alcanzar el logro de los Objetivos del Desarrollo del Milenio.
Para más información ver el artículo de Carlos Gómez Gil Microcréditos

Microcréditos, de Muhammad Yunus a Antonio Garrigues

Esta semana, el Banco Central de Bangladesh anunció que Muhammad Yunus, ganador del premio Nobel de la Paz por su programa de microcréditos, era despedido de su puesto como máximo responsable de Banco Grameen, la entidad financiera con la que puso en marcha su iniciativa de finanzas éticas. 30 años después de poner en marcha un proyecto pionero, el impulsor de la banca para pobres termina de una manera traumática su legado profesional.
Paradójicamente, el espíritu de su modelo ha tardado en trascender de las fronteras de Bangladesh como modelo de banca ética, aunque no su reconocimiento. Ha tenido que pasar el tiempo para que la alternativa de los microcréditos sea ya una realidad en más de 75 países en desarrollo y algo más para que desde los países occidentales se tome conciencia de la posibilidad de participar en proyectos movidos por el interés social, antes que el financiero.
En España, desde hace unos meses, la boutique financiera Ambers & Co trabaja en un proyecto que aspira a participar del espíritu de Muhammad Yunus. El equipo liderado por Rafael Roldán y dirigido por Luca Torre y Agustín Vitórica ha lanzado un fondo de capital privado (Gawa Microfinance Fund I) de 20 millones de euros para invertir en entidades o plataformas que desarrollan programas de microcréditos, bien sean en África, Latinoamérica o Asia.
Para ejercer de banderín del proyecto, Gawa cuenta con la colaboración del abogado Antonio Garrigues como presidente y garante de la iniciativa, en la que también le acompañan financieros de reconocido prestigio como David Jiménez Blanco (ex Merrill Lynch, Credit Suisse), Eduardo Díez Hochleitner (ex Prisa, ex Apax) o Ignacio Mas, director de inversiones de la Fundación Bill Y Melinda Gates. Nombres conocidos para dar un sello de garantía a un producto novedoso.
La idea es clara: ofrecer la posibilidad de realizar inversiones éticas y al mismo tiempo lograr  rentabilidades competitivas, entre el 8-10%. Como explica el propio Roldán, ¨es un fondo para invertir en instituciones financieras que trabajan en este segmento, ya sea vía financiación o vía capital, o incluso directamente en los proyectos¨. Las iniciativas de microcréditos están financiadas normalmente por organismos multilaterales, fundaciones benéficas o inversores privados.
El objetivo de Gawa es elegir entre 10 o 12 entidades, porque el espectro es casi inabarcable. Sólo en la India hay 2.000 prestadores de microcréditos, mientras que Deutsche Bank elevaba esa cifra para todo el mundo hasta 10.000, de las que sólo un 20% llegan a ser autosuficientes financieramente. Como explica Luca Torre, ex directivo de Credit Suisse, las inversiones parten de un análisis territorial previo, absolutamente imprescindible para evitar riesgos geopolíticos.
Riesgos políticos
Este paso parece imprescindible para evitar situaciones críticas como las ocurridas en Nicaragua, por ejemplo, donde el Gobierno de Daniel Ortega ha encabezado entre la población ¨el movimiento del no pago¨, o las sufridas en Bosnia y otros países del Este, donde las iniciativas de microcréditos derivaron en financieras para el consumo de bienes no productivos, dando lugar a un boom de crédito que no se corresponde con la filosofía del Grameen Bank.
Otro de los directores del fondo, Agustín Vitórica, ex responsable de la oficina familiar de Antonio Asensio, reconoce que parte del valor añadido pasa por desintermediar a las instituciones oficiales de crédito, que en estos países en desarrollo pueden llegar a cobrar intereses de usura. Además, los microcréditos suelen tener un fin productivo, al estar destinados a financiar el autoempleo o la formación de una persona.
Las entidades que se ha dedicado a localizar el equipo de Gawa tienen que cumplir con una misión social. Normalmente están integradas en regiones no urbanas y enfocadas al segmento más bajo del mercado. Como compara el propio Roldán, estas instituciones representan en esas regiones y para esas personas lo que en la España pobre encarnaban los primeros Montes de Piedad, salvando las diferencias, que luego darían lugar a las modernas cajas.
De momento, el fondo espera cerrar sus primeras inversiones en breve. Tienen tres años para invertir y otros siete para vender. En ocasiones, son bancos los que han comprado estas entidades de microcrédito, interesados en cubrir ese mercado. Incluso se han dado casos en los que estas iniciativas, en ocasiones impulsadas desde ONG, han terminado convirtiendo en bancos al uso, especializados en las finanzas para los excluidos. Beneficios e impacto social.

Carlos Hernanz

Una crítica del microcrédito: Las microfinanzas y la pobreza de las mujeres


En este artículo, originalmente publicado en la edición de noviembre/dibiembre 2006 de la revista Dollars & Sense, las economistas feministas Susan F. Feiner y Drucilla K. Barker analizan por qué el premio Nobel de la Paz otorgado en 2006 al gurú del microcrédito Muhammad Yunus afirma el neoliberalismo. Feiner es profesora de economía y estudios de las mujeres en la universidad Southern Maine.Barker es profesora de economía y estudios de las mujeres en la universidad Hollins. Son las coautoras de Liberating Economics: Feminist Perspectives on Families, Work, and Globalization ("Liberando la economía: Perspectivas feministas de las familias, el trabajo y la globalización").
La clave para entender por qué el fundador y CEO del Grameen Bank, Muhammad Yunus, ganó el premio Nobel de la Paz reside en la actual fascinación por los mitos individualistas de la riqueza y la pobreza. Muchos de los encargados de elaborar políticas creen que la pobreza es "simplemente" un problema de comportamiento individual. Al rechazar la noción de que la pobreza tiene causas estructurales, niegan la necesidad de respuestas colectivas. De hecho, de acuerdo a esta visión de amor duro, los compromisos cívicos amplios para incrementar el empleo o brindar apoyo a los ingresos solo empeoran las cosas: ayudar a los pobres es pernicioso porque esa asistencia socava el incentivo de trabajar. Esta ideología es parte integrante del neoliberalismo.
Para los neoliberales, la solución a la pobreza es hacer que los pobres trabajen más, se eduquen, tengan pocos hijos y actúen más responsablemente. Los mercados recompensan a aquellos que se ayudan a sí mismos, y las mujeres, que comprenden la vasta mayoría de los prestatarios de microcréditos, no son la excepción. Los neoliberales defienden el Grameen Bank e iniciativas similares precisamente porque los programas de microcrédito no cambian las condiciones estructurales de la globalización -como la pérdida de derecho a la tierra, la privatización de los servicios públicos esenciales o los recortes en salud y educación- que producen pobreza entre las mujeres en las naciones en desarrollo.
¿Qué es exactamente el microcrédito? Yunus, un banquero y economista bangladesí, fue pionero en la idea de establecer un banco para hacer préstamos a los "más pobres de los pobres". El término "microcrédito" refleja el pequeñísimo tamaño de los préstamos, por lo general menos de $100. Reconociendo que la falta de aval era generalmente una barrera para que los pobres pudieran pedir créditos, Yunus fundó el Grameen Bank en la década de 1970 para hacer préstamos en áreas de grave pobreza rural en las que no solía haber alternativa a lo que llamaríamos usureros.
Su solución a estos problemas fue doble. Primero, el Grameen Bank contrataría agentes para viajar al campo regularmente, para hacer los préstamos y cobrar los pagos. Segundo, solo las mujeres pertenecientes a los "círculos de préstamos" de Grameen podrían acceder a los créditos. Si una mujer en un círculo de préstamos no cumplía con sus obligaciones, las demás en ese círculo no podrían ser candidatas a créditos o serían las responsables de pagar la deuda de esa mujer. De esta manera, la responsabilidad colectiva del grupo servía de aval.
El Grammen Bank celebra sus éxitos: no solo la tasa de pago de préstamos llega al 95 por ciento, sino que los pobres, empoderados por sus inversiones, no son dependientes de "dádivas". Los defensores del microcrédito ven estos programas como una solución a la pobreza porque las mujeres pobres pueden generar ingresos usando sus fondos prestados para iniciar empresas a pequeña escala, por lo general de producción artesanal en el hogar. Pero estas empresas están casi todas en el sector informal, que es ferozmente competitivo y normalmente no está regulado, fuera del alcance de cualquier ley que protege a los trabajadores o garantiza sus derechos. Como era de esperar, las mujeres comprenden la mayor parte de los trabajadores en la economía informal y tienen una altísima representación en la parte inferior de esta escala de ingresos bajos.
Mujeres y hombres tienen experiencias diferentes con el trabajo y el emprendimiento porque una división del trabajo según el género en muchas culturas asigna a los hombres el trabajo pago fuera del hogar y a las mujeres la labor no remunerada dentro de la casa. Por consiguiente, el trabajo remunerado de las mujeres está limitado por las responsabilidades domésticas. O trabajan medio tiempo o combinan labores pagas y no pagas trabajando en su casa. El microcrédito alienta a las mujeres a trabajar a destajo desde su casa: cosiendo ropa, tejiendo alfombras, armando juguetes y componentes electrónicos. Quienes trabajan desde su casa -en su mayoría, mujeres y niños- suelen tener largas jornadas por muy poca paga en condiciones peligrosas, sin protección legal. Como hizo notar la periodista progresista Gina Neff, alentar el crecimiento del sector informal parece un consejo de alguno de los más reprobables personajes de Dickens.
¿Por qué los gobiernos nacionales y las organizaciones internacionales promueven el microcrédito, a través del cual alientan el trabajo de las mujeres en el sector informal? Como programa para combatir la pobreza, el microcrédito encaja a la perfección con la ideología predominante que define la pobreza como un problema individual y quita la responsabilidad de atacarla a quienes hacen las políticas de gobierno y a los gerentes de bancos multilaterales para cargarla sobre las espaldas de las mujeres pobres.
Los programas de microcrédito no hacen nada por cambiar las condiciones estructurales que crean la pobreza. Pero el sistema fue un éxito para los muchos bancos que lo adoptaron. Por supuesto, prestarles a los pobres siempre fue una empresa lucrativa. Casas de empeño, compañías financieras, operaciones de adelanto de sueldo y usureros cobran altas tasas de interés precisamente porque los pobres suelen estar desesperados por tener efectivo y carecen de acceso a redes formales de crédito. Según Sheryl Nance-Nash, corresponsal de Women's eNews, "las tasas de interés en las microfinanzas varían entre el 25 y el 50 por ciento." Señala que "son mucho más bajas que las de los prestamistas informales, cuyas tasas pueden superar el 10 por ciento por mes". Es importante que los pobres tengan acceso a créditos en términos relativamente razonables. Sin embargo, quienes otorgan microcrédito cosechan los beneficios de un índice extraordinariamente alto de pago de préstamos que siguen estando por encima de las tasas de interés del mercado.
Relatos anecdóticos pueden sobrevaluar fácilmente los logros concretos de quienes accedieron a un microcrédito. Por ejemplo, una ampliamente citada investigación de la Agencia Canadiense de Desarrollo Internacional (CIDA, por sus siglas en inglés) informa que: "Las mujeres en particular enfrentan barreras significativas para lograr incrementos sostenibles en el ingreso y mejorar su estatus, y requieren apoyo complementario en otras áreas, como capacitación, marketing, alfabetización, movilización social y otros servicios financieros (por ej., préstamos para el consumo, ahorros)". El estudio continúa para concluir que la mayoría de los prestatarios logran solo ganancias muy pequeñas y que los más pobres benefician a los menos. CIDA también halló muy poca relación entre el pago del préstamo y el éxito comercial.
No importa cuán grandes o pequeños sean sus ingresos, existe la amplia creencia de que las mujeres pobres encuentran empoderamiento en el acceso a micropréstamos. Según el Banco Mundial, por ejemplo, el microcrédito empodera a las mujeres al darles más control sobre los activos y los recursos de su hogar, más autonomía y poder de decisión, y mayor acceso a la participación en la vida pública. Esta defensa del microcrédito se mantiene o cae con historias de éxito individual que presenta a mujeres que usan sus préstamos para iniciar alguna clase de empresa a pequeña escala, quizás alquilando un puesto en el mercado local o comprando una máquina de coser para hacer prendas. No hay dudas de que, cuando tienen éxito, las mujeres y su familia están mejor que antes de haberse convertido en microdeudoras.
Pero la evidencia de microcrédito y empoderamiento de las mujeres es ambigua. El acceso al crédito no es el único determinante del poder y la autonomía de las mujeres. El crédito puede, por ejemplo, incrementar su carga doble de trabajo en el mercado y en el hogar. También puede aumentar el conflicto dentro del hogar si los hombres, en lugar de las mujeres, controlan cómo se usa el dinero proveniente de los préstamos. Más aun, la presión del grupo sobre el pago en los círculos de préstamos de Grameen puede crear conflicto entre las mujeres tan fácilmente como crea solidaridad.
El fundador del Grameen Bank, Muhammad Yunus, ganó el premio Nobel de la Paz porque su enfoque bancario refuerza la visión neoliberal de que la conducta individual es la fuente de la pobreza y la agenda neoliberal de restringir la asistencia del estado a los más vulnerables cuando y donde la necesidad de ayuda gubernamental es más aguda. Los progresistas que trabajan en comunidades pobres de todo el mundo no están de acuerdo. Ellos sostienen que la pobreza es estructural; por lo tanto, las soluciones deben centrarse no solo en ajustar las condiciones de los individuos, sino en construir estructuras de inclusión. Expandir el sector estatal para brindar rudimentos de una infraestructura social que funcione es, por lo tanto, una manera mucho más efectiva de ayudar a las mujeres a escapar de la pobreza o a evitarla. ¿Los activistas del Grameen Bank y otras instituciones de microcrédito idealizan las luchas personales para salir de la pobreza? Sí. ¿Estos programas ayudan a algunas mujeres a "salir adelante sin ayuda de nadie"? Sí. ¿Las microempresas en el sector informal contribuirán a terminar con la pobreza mundial? Ni por casualidad.
Susan F. Feiner | Drucilla K. Barker
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