jueves, 20 de octubre de 2011

Cuidado con los microcréditos

Los microcréditos no son más que créditos pequeños. Los hay de muchas variedades, basta con que preguntéis en vuestra caja de ahorros: distintos tipos de interés, distintos destinatarios, distintos condicionantes. Los ofertantes de microcréditos dicen dirigirse a “los pobres”, personas situadas al margen del crédito ordinario o macrocrédito; dicen no exigir avales; y aseguran que prácticamente no existe morosidad. Vaya, que son la salvación del mundo. Luego analizaremos la ideología, detengámonos ahora en los promotores, en sus objetivos y en sus fines.
Los grandes promotores de microcréditos son los gobiernos del Norte y los bancos. El objetivo de ambos es afianzarse en el poder político y económico, como resulta obvio; y sus fines son siempre maximizar el beneficio. Dado que ni bancos ni gobiernos se han trasmutado en organizaciones de caridad, los fines y los objetivos que persiguen con los microcréditos son idénticos a los que persiguen con los macrocréditos. Por lo tanto, hay que sacar una primera conclusión: los microcréditos forman parte del “sistema” en el que se insertan. Puede que sean buenos o malos; eso es indiferente. Pero hay que tener una prevención: ¿qué buscan los promotores cuando piden el aval de las asociaciones solidarias para mostrar la bondad de los microcréditos? Aunque sólo sea por prudencia, yo reclamo que las asociaciones solidarias de las que formo parte no se avengan a prestar ese aval.
Por otra parte, este asunto me genera una sospecha: ¿No será que la abundancia de dinero en el mercado necesita nuevos nichos donde colocarse, roto el saco de las hipotecas basura? Si así fuese, el aval que se nos pide lleva consigo una trampa muy peligrosa. Me resisto aponer la cara de mis asociaciones solidarias para que “los pobres” confíen más fácilmente en quienes les ofrecen su salvación mediante el crédito. Si es algo bueno, que toda la rentabilidad sea para gobiernos y banqueros. Si resultase tramposo, que no sean nuestras asociaciones las responsables.
Si nos fijamos en las justificaciones ideológicas que los ofertantes de microcréditos nos dan, el asunto se pone claramente en contra de banqueros y gobernantes. Dicen que los microcréditos sacan a los beneficiarios de la pobreza, pero se resisten a hacer cualquier análisis que lo demuestre. Por lo pronto, vemos que, agotado un crédito, necesitan otro para seguir subsistiendo y, así, se origina una nueva dependencia sin que “el sistema” se resienta lo más mínimo.
Dicen que beneficia especialmente a las mujeres, porque son éstas las que mayoritariamente recurren al crédito, pero ocultan que la deuda lo que hace es añadir una nueva angustia a las mujeres y madres, que ahora, junto a todas sus obligaciones domésticas anteriores, tiene que trabajar sin descanso para pagar la cuota crediticia a fin de mes, como le pasaba, por ejemplo, a Sandra Benita, la mexicana divorciada y madre de dos hijas, que montó una panadería y se convirtió en el nuevo “hogar” para ella y para sus dos hijas a causa de una trabajo sin descanso, según nos cuenta Carlos Gómez Gil. Lejos de liberar a las mujeres, un microcrédito capitalista no hace sino someterlas más.
El razonamiento de los amigos del microcrédito termina transfiriendo la responsabilidad de la pobreza a los pobres y, de esa manera, exonera a los Estados de sus obligaciones. Ya no tienen que preocuparse de la educación, ni de la salud, ni de aportar agua potable, ni de proporcionar cobijo, porque todo eso lo hace el microcrédito. ¡La perfección del neoliberalismo. Es imposible mayor descaro!
Han llegado a decir que el microcrédito es un derecho humano o que forma parte de los Objetivos del Milenio. Todo ello es falso: no hay declaración alguna de derechos que contemple semejante cosa, ni hay una sola palabra sobre esto en la Declaración del Milenio del 8 de septiembre del año 2000. Lo malo es la consecuencia que se sigue del razonamiento: si el microcrédito garantiza los derechos humanos, los Estados se ven libres de luchar contra la pobreza, no tienen que practicar ninguna otra cooperación internacional y pueden dejar a un lado el compromiso de aportar el 0,7 por 100 de sus presupuestos para construir equidad en el mundo. ¡Qué perfectos les resultan los microcréditos a sus promotores!
Aunque sólo fuese por estas sospechas y por estos razonamientos, las asociaciones solidarias deberían estar al margen (si no, en contra) de cualquier Congreso de Microcréditos que gobernantes y banqueros quieran organizar.
Tenemos, además, una alternativa. Se llama banca ética en manos de las personas, insertada en la rueda solidaria de una producción cooperativa, un comercio justo y un consumo responsable. Esto sí que es otro mundo, no el aislado microcrédito.
Marcelino Flórez.
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