jueves, 20 de octubre de 2011

Una crítica del microcrédito: Las microfinanzas y la pobreza de las mujeres


En este artículo, originalmente publicado en la edición de noviembre/dibiembre 2006 de la revista Dollars & Sense, las economistas feministas Susan F. Feiner y Drucilla K. Barker analizan por qué el premio Nobel de la Paz otorgado en 2006 al gurú del microcrédito Muhammad Yunus afirma el neoliberalismo. Feiner es profesora de economía y estudios de las mujeres en la universidad Southern Maine.Barker es profesora de economía y estudios de las mujeres en la universidad Hollins. Son las coautoras de Liberating Economics: Feminist Perspectives on Families, Work, and Globalization ("Liberando la economía: Perspectivas feministas de las familias, el trabajo y la globalización").
La clave para entender por qué el fundador y CEO del Grameen Bank, Muhammad Yunus, ganó el premio Nobel de la Paz reside en la actual fascinación por los mitos individualistas de la riqueza y la pobreza. Muchos de los encargados de elaborar políticas creen que la pobreza es "simplemente" un problema de comportamiento individual. Al rechazar la noción de que la pobreza tiene causas estructurales, niegan la necesidad de respuestas colectivas. De hecho, de acuerdo a esta visión de amor duro, los compromisos cívicos amplios para incrementar el empleo o brindar apoyo a los ingresos solo empeoran las cosas: ayudar a los pobres es pernicioso porque esa asistencia socava el incentivo de trabajar. Esta ideología es parte integrante del neoliberalismo.
Para los neoliberales, la solución a la pobreza es hacer que los pobres trabajen más, se eduquen, tengan pocos hijos y actúen más responsablemente. Los mercados recompensan a aquellos que se ayudan a sí mismos, y las mujeres, que comprenden la vasta mayoría de los prestatarios de microcréditos, no son la excepción. Los neoliberales defienden el Grameen Bank e iniciativas similares precisamente porque los programas de microcrédito no cambian las condiciones estructurales de la globalización -como la pérdida de derecho a la tierra, la privatización de los servicios públicos esenciales o los recortes en salud y educación- que producen pobreza entre las mujeres en las naciones en desarrollo.
¿Qué es exactamente el microcrédito? Yunus, un banquero y economista bangladesí, fue pionero en la idea de establecer un banco para hacer préstamos a los "más pobres de los pobres". El término "microcrédito" refleja el pequeñísimo tamaño de los préstamos, por lo general menos de $100. Reconociendo que la falta de aval era generalmente una barrera para que los pobres pudieran pedir créditos, Yunus fundó el Grameen Bank en la década de 1970 para hacer préstamos en áreas de grave pobreza rural en las que no solía haber alternativa a lo que llamaríamos usureros.
Su solución a estos problemas fue doble. Primero, el Grameen Bank contrataría agentes para viajar al campo regularmente, para hacer los préstamos y cobrar los pagos. Segundo, solo las mujeres pertenecientes a los "círculos de préstamos" de Grameen podrían acceder a los créditos. Si una mujer en un círculo de préstamos no cumplía con sus obligaciones, las demás en ese círculo no podrían ser candidatas a créditos o serían las responsables de pagar la deuda de esa mujer. De esta manera, la responsabilidad colectiva del grupo servía de aval.
El Grammen Bank celebra sus éxitos: no solo la tasa de pago de préstamos llega al 95 por ciento, sino que los pobres, empoderados por sus inversiones, no son dependientes de "dádivas". Los defensores del microcrédito ven estos programas como una solución a la pobreza porque las mujeres pobres pueden generar ingresos usando sus fondos prestados para iniciar empresas a pequeña escala, por lo general de producción artesanal en el hogar. Pero estas empresas están casi todas en el sector informal, que es ferozmente competitivo y normalmente no está regulado, fuera del alcance de cualquier ley que protege a los trabajadores o garantiza sus derechos. Como era de esperar, las mujeres comprenden la mayor parte de los trabajadores en la economía informal y tienen una altísima representación en la parte inferior de esta escala de ingresos bajos.
Mujeres y hombres tienen experiencias diferentes con el trabajo y el emprendimiento porque una división del trabajo según el género en muchas culturas asigna a los hombres el trabajo pago fuera del hogar y a las mujeres la labor no remunerada dentro de la casa. Por consiguiente, el trabajo remunerado de las mujeres está limitado por las responsabilidades domésticas. O trabajan medio tiempo o combinan labores pagas y no pagas trabajando en su casa. El microcrédito alienta a las mujeres a trabajar a destajo desde su casa: cosiendo ropa, tejiendo alfombras, armando juguetes y componentes electrónicos. Quienes trabajan desde su casa -en su mayoría, mujeres y niños- suelen tener largas jornadas por muy poca paga en condiciones peligrosas, sin protección legal. Como hizo notar la periodista progresista Gina Neff, alentar el crecimiento del sector informal parece un consejo de alguno de los más reprobables personajes de Dickens.
¿Por qué los gobiernos nacionales y las organizaciones internacionales promueven el microcrédito, a través del cual alientan el trabajo de las mujeres en el sector informal? Como programa para combatir la pobreza, el microcrédito encaja a la perfección con la ideología predominante que define la pobreza como un problema individual y quita la responsabilidad de atacarla a quienes hacen las políticas de gobierno y a los gerentes de bancos multilaterales para cargarla sobre las espaldas de las mujeres pobres.
Los programas de microcrédito no hacen nada por cambiar las condiciones estructurales que crean la pobreza. Pero el sistema fue un éxito para los muchos bancos que lo adoptaron. Por supuesto, prestarles a los pobres siempre fue una empresa lucrativa. Casas de empeño, compañías financieras, operaciones de adelanto de sueldo y usureros cobran altas tasas de interés precisamente porque los pobres suelen estar desesperados por tener efectivo y carecen de acceso a redes formales de crédito. Según Sheryl Nance-Nash, corresponsal de Women's eNews, "las tasas de interés en las microfinanzas varían entre el 25 y el 50 por ciento." Señala que "son mucho más bajas que las de los prestamistas informales, cuyas tasas pueden superar el 10 por ciento por mes". Es importante que los pobres tengan acceso a créditos en términos relativamente razonables. Sin embargo, quienes otorgan microcrédito cosechan los beneficios de un índice extraordinariamente alto de pago de préstamos que siguen estando por encima de las tasas de interés del mercado.
Relatos anecdóticos pueden sobrevaluar fácilmente los logros concretos de quienes accedieron a un microcrédito. Por ejemplo, una ampliamente citada investigación de la Agencia Canadiense de Desarrollo Internacional (CIDA, por sus siglas en inglés) informa que: "Las mujeres en particular enfrentan barreras significativas para lograr incrementos sostenibles en el ingreso y mejorar su estatus, y requieren apoyo complementario en otras áreas, como capacitación, marketing, alfabetización, movilización social y otros servicios financieros (por ej., préstamos para el consumo, ahorros)". El estudio continúa para concluir que la mayoría de los prestatarios logran solo ganancias muy pequeñas y que los más pobres benefician a los menos. CIDA también halló muy poca relación entre el pago del préstamo y el éxito comercial.
No importa cuán grandes o pequeños sean sus ingresos, existe la amplia creencia de que las mujeres pobres encuentran empoderamiento en el acceso a micropréstamos. Según el Banco Mundial, por ejemplo, el microcrédito empodera a las mujeres al darles más control sobre los activos y los recursos de su hogar, más autonomía y poder de decisión, y mayor acceso a la participación en la vida pública. Esta defensa del microcrédito se mantiene o cae con historias de éxito individual que presenta a mujeres que usan sus préstamos para iniciar alguna clase de empresa a pequeña escala, quizás alquilando un puesto en el mercado local o comprando una máquina de coser para hacer prendas. No hay dudas de que, cuando tienen éxito, las mujeres y su familia están mejor que antes de haberse convertido en microdeudoras.
Pero la evidencia de microcrédito y empoderamiento de las mujeres es ambigua. El acceso al crédito no es el único determinante del poder y la autonomía de las mujeres. El crédito puede, por ejemplo, incrementar su carga doble de trabajo en el mercado y en el hogar. También puede aumentar el conflicto dentro del hogar si los hombres, en lugar de las mujeres, controlan cómo se usa el dinero proveniente de los préstamos. Más aun, la presión del grupo sobre el pago en los círculos de préstamos de Grameen puede crear conflicto entre las mujeres tan fácilmente como crea solidaridad.
El fundador del Grameen Bank, Muhammad Yunus, ganó el premio Nobel de la Paz porque su enfoque bancario refuerza la visión neoliberal de que la conducta individual es la fuente de la pobreza y la agenda neoliberal de restringir la asistencia del estado a los más vulnerables cuando y donde la necesidad de ayuda gubernamental es más aguda. Los progresistas que trabajan en comunidades pobres de todo el mundo no están de acuerdo. Ellos sostienen que la pobreza es estructural; por lo tanto, las soluciones deben centrarse no solo en ajustar las condiciones de los individuos, sino en construir estructuras de inclusión. Expandir el sector estatal para brindar rudimentos de una infraestructura social que funcione es, por lo tanto, una manera mucho más efectiva de ayudar a las mujeres a escapar de la pobreza o a evitarla. ¿Los activistas del Grameen Bank y otras instituciones de microcrédito idealizan las luchas personales para salir de la pobreza? Sí. ¿Estos programas ayudan a algunas mujeres a "salir adelante sin ayuda de nadie"? Sí. ¿Las microempresas en el sector informal contribuirán a terminar con la pobreza mundial? Ni por casualidad.
Susan F. Feiner | Drucilla K. Barker
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1 comentario:



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